miércoles, 24 de octubre de 2007

Hágalo usted mismo.

Hágalo usted mismo.

Macarena Bello Martínez
Rodrigo Vargas Romero

De todos los pasos a seguir expuestos por el proyecto de los “Pies Forzados” para la realización de las obras hoy ya finalizadas, fue aquel punto que versaba acerca de la necesaria interacción de dichas obras con el público que habría de presenciarlas el que llamó más nuestra atención. Fue así entonces, que la totalidad de nuestra propuesta fue llevada a cabo teniendo en cuenta siempre la idea de la posible intervención del espectador sobre la obra, motivo por el cual decidimos pensar ésta última a modo de que tan sólo se iniciase al momento de su entrega; para así alcanzar su finalización más tarde, por medio del proceso implicado durante su muestra. Fue de esta manera que lo presentado por nosotros al momento de finiquitar las obras consistió en la entrega de una caja cerrada y sellada, y en cuyo interior se hallaban ubicadas las distintas piezas que conformarían la instalación final, dentro de las cuales se encontraría, inicialmente, una tela en blanco, brocha, pinturas y recipientes, todos ellos materiales alusivos a la realización de una obra pictórica. Por otra parte, y de manera conjunta a dicha caja sellada dispusimos además de instructivos que, a modo de guías, explican en ellos los pasos que deben ser seguidos tanto durante el proceso de instalación como a lo largo de la intervención artística. Para efectos de esto último, entonces, es que en ellos se ha detallado minuciosamente de qué manera deben ser dispuestas cada una de las partes que componen nuestro trabajo (ubicadas al interior de la caja) y cómo debe el mismo ser utilizado para que, una vez ya estando todo instalado, éste pueda ser intervenido por el mismo público presente en la muestra, otorgándole de este modo a la obra el toque necesario para ser finalizada. Llevada a la práctica, la idea de fondo de la presente instalación es, entonces, instar al público presente a formar parte de la misma por medio de la extracción de los materiales dispuestos en la caja y su posterior distribución y utilización. Es de esta manera, entonces, que nuestro trabajo no sólo requiere ni se le hace suficiente nuestra labor como única fuente de creación del mismo, sino que requiere de un conjunto de entidades externas funcionando como un todo para su realización. Desglosado de este último punto aparece, además, como posible, la elaboración por parte del espectador de una reflexión que logre ir más allá del simple hecho artístico, un cuestionamiento que sea capaz de rebasar a la obra en sí misma para extenderse incluso a la pregunta acerca del estado del arte actualmente y, sobre todo, a la relación de éste con el sujeto que observa, relación que resulta mayoritariamente tan carente de cercanía y que, por lo tanto, padece fuertemente de una gran ausencia de diálogo entre ambas partes. En el caso de esta obra en particular, podemos ver reunidas tanto dicha manera de apreciar el arte, aquella que conserva la distancia, (la forma netamente visual tradicional) como aquella a la cual nosotros pretendemos apelar por medio del presente proyecto, ésta es al hecho de dotar a las realizaciones artísticas de una mayor accesibilidad hacia el público general, acceso por medio del cual creemos es posible conseguir una mayor participación y comprensión de éste último hacia el área que nos atañe y, por ende, un mayor interés; aspecto que resultaría fundamental para su posterior expansión y fomento. Es así que aparecen entonces, a través de la presente instalación, confluidas ambas concepciones; por una parte, de la mano de la línea amarilla delimitante vemos emerger a la encargada de recordarnos aquel mirar distanciado según el cual todos hemos sido educados bajo los techos de museos y galerías de arte; ese “mirar sin tocar” que aún exigen exposiciones de todo tipo y un sinnúmero de muestras en las cuales el nivel de interacción espectador-obra se reduce simplemente a una experiencia de carácter netamente “retinario”, todas ellas alejadas absolutamente de posibles mediaciones directas a partir de aquellos sujetos testigos sobre aquel objeto exhibido. Por otro lado en tanto, y de manera diametralmente opuesta, tenemos también aquí presente la idea de que la obra ha de completarse de mejor manera sólo gracias a la intervención del público (una de las ideas principales de este proyecto). Respecto a este último punto, sin embargo, (el del acto de intervención) vale la pena señalar que no hace tan sólo referencia a una situación física de manipulación por parte del sujeto que observa sobre la materialidad misma de la obra, sino que también es aplicable a aquellas operaciones mentales que funcionan sobre determinados trabajos dotándolos de significaciones que vienen a completar su sentido. Todo esto abre entonces un nuevo campo de discusión al plantear al público como un posible y/o necesario complemento de la figura del artista. Debido a este último punto podríamos asumir que la instalación aquí presente podría alcanzar además la posible denominación de “experimento artístico”, debido a su condición de obra de arte inconclusa que aguarda a la espera de su inminente (o quizás nunca realizable) finalización por parte de alguno de los espectadores que sean testigos de la misma. Cabe señalar, por otra parte, debido (o tal vez “pese”) a esta misma condición empírica de la cual la obra se hace dueña, que no hemos podido plantearnos frente a su montaje con las expectativas puestas en algún comportamiento ideal frente a lo que pueda suceder con ella durante su muestra sino que, más bien, nos hemos dejado seducir por la incertidumbre de lo que podría (no)suceder, siendo cualquiera de las respuestas posibles igualmente provechosa; esto debido en gran parte a que el motor primero de nuestra realización fue aquel que versa acerca de los límites museales y su posible transgresión o replanteamiento, por lo cual la presente instalación funcionaría como un indicador del comportamiento de una determinada audiencia al encontrarse frente a una muestra que valore y anhele su intervención en lugar de una que reclame y rechace su intromisión. Finalmente sólo me queda por resaltar, aparte del juego de posibilidades expuesto recientemente en el párrafo anterior, el factor de belleza que me parece posee el carácter mutable del cual puede llegar a ser dueña la obra expuesta en cuestión, la cual (de ser intervenida en algún momento de su muestra) podría ser convertida tanto en la víctima de diversos cambios durante su montaje en determinado lugar, así como en el testigo y la huella de los lugares habidos en su recorrido; huellas que seguirán junto a ella y que serán trasmitidas cada vez (de un sitio a otro, de una mano a la otra), al ser desmontada y trasladada, dentro de su caja sellada, a un nuevo espacio desconocido.